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Con esta tercera entrega, se cierra la descripción de los mitos que se atribuyen a la eficiencia energética. En la primera se presentó el mito de que la eficiencia energética no aplica a cualquier organización, en la segunda se planteó el mito de que los proyectos de eficiencia energética no dan el resultado esperado. Ahí va el último mito de los identificados:

Tercer mito: Invertir en eficiencia energética es caro

Entre los consultores en eficiencia energética, abundamos los altamente motivados por las aristas ambiental y social del problema energético. En cualquier caso, no debemos dejar de lado la arista económica, siendo ciertamente la gran protagonista, y en base a la cual se plantean los siguientes argumentos:

“Todo pasa por la sustitución de equipos”

En más de una ocasión he tenido que escuchar al cliente decir “para eso no hace falta ser experto”, tras la propuesta de sustitución de un equipo obsoleto por otro nuevo, equivalente y de mejor comportamiento energético. Y, de alguna manera, tiene razón, por ser la forma más evidente de ahorrar energía.

Sin embargo, no todo pasa por sustituir equipos. Cabe distinguir entre medidas “duras” – como la sustitución de equipos – y medidas “blandas”, de baja o nula inversión, que suelen estar relacionadas con aspectos operativos, por lo que exigen un conocimiento detallado de los procesos.

En este sentido, la colaboración del personal de planta y la existencia de un comité de energía permiten depurar las operaciones buscando la optimización del uso de la energía. Una herramienta muy valiosa para mejorar de manera sistemática el desempeño energético de las organizaciones es el Sistema de Gestión de la Energía (SGE) basado en el estándar ISO 50001.

“No tengo presupuesto”

En general, las organizaciones tienen ciertas restricciones a la hora de planificar sus presupuestos de inversión. Muchos de los clientes que visito tienen dificultades para defender los proyectos de eficiencia energética porque las gerencias no los perciben como inversión productiva, siendo este tipo de inversión la que recibe toda la atención. Otra condición es el criterio de rentabilidad, de modo que no se autorizan las inversiones que no superen cierto umbral, normalmente determinado por el tipo de negocio de la organización.

De nuevo, el modelo ESCO puede ayudar a desarrollar proyectos de eficiencia energética que no se estén tomando en consideración por restricciones presupuestarias, mediante la intervención de terceros.

En general, ante estas situaciones es importante que los responsables internos – en la organización – de los proyectos de eficiencia energética sean capaces de visibilizar el interés del proyecto más allá de lo energético, de manera que todas las ventajas adicionales (productivas, logísticas, ambientales, sociales) de la medida de eficiencia energética queden transparentadas ante las gerencias.

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