Una vez pasadas las fiestas navideñas, es el momento de mirar ligeramente hacia atrás para observar lo ocurrido durante el año y analizar – desde nuestra perspectiva – la situación del rubro de la eficiencia energética en Chile.
A finales del 2015, todo indicaba que el año que entraba iba a ser determinante para el desarrollo de la eficiencia energética en el país. Lamentablemente, esto no ha sido así. La agenda energética del Gobierno ha ido avanzando en frentes de gran relevancia como la transmisión eléctrica, la incorporación de las energías renovables a la matriz energética y la equidad tarifaria de los servicios eléctricos, sin embargo, la eficiencia energética no ha recibido el impulso que se esperaba.
Finalmente, la anhelada ley de eficiencia energética no ha llegado en el 2016. Ojalá en el 2017 – último año de gobierno de la actual Administración – se consiga sacar adelante un texto que impulse realmente la eficiencia energética, constituyendo una potente herramienta para cumplir con los compromisos internacionales en materia de cambio climático, y que contribuya a la mejora de la competitividad de la economía chilena.
Por otro lado, durante el año 2016 hemos percibido un cambio en el mercado. Nuestra habitual presencia en proyectos licitados por organismos públicos (Agencia Chilena de Eficiencia Energética, Ministerio de Energía, Municipalidades) ha perdido peso en favor a los clientes privados. Asimismo, se ha observado una tendencia a la preocupación sobre el uso de la energía en las sedes chilenas de compañías transnacionales. Estas buenas señales debieran verse reflejadas en un mercado más vigoroso el próximo año.
A modo de formulación de deseos de fin de año, esperemos que dentro de 12 meses podamos confirmar que Chile dispone de un contexto legal que estimula adecuadamente la eficiencia energética y que el tejido empresarial chileno considera valioso el esfuerzo en pro del uso racional de la energía.
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