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La industria de alimentos y bebidas lleva una década aportando crecimiento a la economía mexicana. En 2017 supuso el 3,5% del producto interior bruto del país y las previsiones apuntan a que los resultados sigan mejorando de cara al año 2020.  Esta industria se encuentra en un nivel de madurez suficiente para comenzar a preocuparse por la eficiencia de sus procesos. Esto engloba conocer sus consumos energéticos y poner en marcha medidas de ahorro y eficiencia energética que redunden en una mayor competitividad de su actividad.

Consumo energético al alza

La influencia del sector industrial en el consumo final de energía del país representa en torno al 32% según los datos del Balance Nacional de Energía 2016. Es el segundo mayor consumidor de energía en el país, después del transporte. Entre las industrias que se identifican como las mayores consumidoras de energía, de acuerdo al Sistema de Clasificación Industrial de América del Norte, se encuentran las dedicadas a la elaboración de azúcares, de cerveza, de refrescos, hielo y otras bebidas no alcohólicas, y purificación y embotellado de agua.

Después del gas seco, la fuente de energía con mayor índice de consumo por parte de la industria mexicana es la electricidad. En un panorama de precio de la electricidad fluctuante y al alza, las empresas que operan en el país -especialmente las grandes firmas- están empezando a asesorarse acerca de qué medidas de ahorro y eficiencia energética son las más rentables.

Por la alta demanda interna y el potencial exportador de sus productos, la industria mexicana del sector de los alimentos y bebidas procesadas resulta muy atractivo para las firmas multinacionales extranjeras. Éstas, acostumbradas a operar a nivel global, suelen seguir la tendencia de los sistemas regulatorios aplicados en Europa, por lo que su inquietud por implantar medidas de eficiencia energética es mayor.

La reforma energética de 2013 también ha favorecido que las empresas comiencen a invertir en mayor medida en este ámbito. Este cambio de tendencia se ha notado especialmente en el campo de las renovables. En concreto, el empleo de energía solar para satisfacer necesidades energéticas por parte del sector industrial mexicano ha mostrado un crecimiento exponencial en los últimos años, aunque su aportación a la canasta de combustibles de la industria aún sea marginal.

El hecho de que empresas como grupo azucarero México, las cerveceras Heineken Cuauhtémoc Moctezuma o Grupo Modelo, o Bimbo se replanteen sus procedimientos de gestión energética y optimicen sus consumos puede interpretarse como un dato muy positivo en favor de la eficiencia energética en el país», explica Vanessa Tirado. «Por nuestra experiencia en países con una industria potente de alimentos procesados como Chile, el potencial de ahorro de energía eléctrica y térmica de las plantas dedicadas a esta actividad es muy interesante, pudiendo alcanzar entre un 10 y un 30 por ciento.

Potencial de ahorro y eficiencia energética

Aunque en el sector industrial tiene alta importancia el consumo energético empleado en aire comprimido y motores, en la industria alimentaria cobra mayor importancia la climatización y la refrigeración. Estos usos son altamente consumidores de energía y, además, presentan altos potenciales de ahorro.

Concretamente, para los equipos de frío, se requiere de un mantenimiento de una temperatura adecuada, imprescindible para proporcionar una correcta calidad y seguridad al producto alimentario. Esto da lugar a un consumo continuado de energía en este tipo de instalaciones, cuyo perfil de consumo es el más adecuado para implementar proyectos de fotovoltaica para autoconsumo y la cogeneración.

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